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05 junio 2009

¿Qué es el Proyecto de Autonomía?





Algo muy viejo, muy antiguo, una aspiración compartida en silencio con hombres de todas las épocas y todos los espacios.

Cuando te preguntas quién soy y dónde está la verdad, estás en el Proyecto de Autonomía aunque no seas consciente de ello. Cuando piensas sobre las decisiones a tomar en situaciones de conflicto, y buscas en tu interior una respuesta justa, estás en el Proyecto de Autonomía. Te estás haciendo cargo de tu condición humana esencial, la capacidad de re-flexión y de decisión autónoma. Una capacidad que se desarrolla durante la vida, no nacemos más que con el potencial para ella. Según sean nuestras vivencias y el ambiente familiar y social que rodea nuestra vida, -toda nuestra vida- esa potencialidad, esa virtualidad, será o no será.

He remarcado toda porque nunca es tarde para darse cuenta. ¿ Y de qué hay que darse cuenta en este Proyecto?

En primer lugar, de que no hay culpables. Son mis decisiones al respecto de mí las que cuentan. Cómo voy a vivir mi vida, con quién lo hago, qué necesito para hacerlo, cuánto de ello necesito, qué recursos tengo, -tanto materiales, intelectuales como emocionales- y cómo puedo optimizarlos, es algo que está a mi alcance, que depende de mí. Sólo que yo no lo creo, y ése es un problema.
Puedo ser poco realista y hacer evaluaciones ilusorias, o esperar una gracia del cielo, o quedarme sin hacer nada, esperando que los demás acepten su culpa sobre lo que me pasa, decidan por mí y arreglen mi vida. Ahí sí que esperaré sentado, porque nadie tiene culpa sobre lo que le pasa a nadie. La culpa no es personal, la culpa es social. Las personas no son injustas, la sociedad es injusta; no hemos creado todavía ninguna sociedad justa en toda la historia de la humanidad. Aceptar esto es un paso muy grande, porque otra cuestión importante del Proyecto es no negar el mundo real. Y ése es el segundo problema, vivimos en medio de creencias, no de realidades.

Nuestras sociedades injustas crean, -con mayor o menor consciencia de ello- a sus agentes, sus "personas", para que ejerzan su injusticia. Estos ejecutores de injusticia, -sean quienes sean-, están presos en su subjetividad heterónoma, implantada socialmente, no son libres, no son autónomos. No son completamente humanos, son autómatas sin reflexión, "no saben lo que hacen". Y no puedes contar con ellos para resolver tu vida. Como no los puedes cambiar, mejor te dedicas a cambiar-te. Pasa por encima de ellos, déjalos atrás en tu vida, acéptalos y liberate de ellos. Eso sí está a tu alcance, aunque te lleve toda la vida; es ése el Proyecto de Autonomía que nos hace humanos de nuevo.

¿Cómo de nuevo? Sí, de nuevo. Para ejecutar en sí mismo el Proyecto de Autonomía hay que volver a nacer. Y esto es lo que lo hace difícil, aunque lo que escribí antes lo hace parecer fácil.

Es que en nuestro primer nacimiento no tenemos desarrollada la capacidad de reflexión, somos esponjosos, absorvemos todo lo que viene sin tamizar, sin discriminar; en una expresión: no entendemos nada. Y aprendemos a hablar. Y con el lenguaje -con cada palabra que aprendemos-, se implantan en nosotros todas las creencias de la sociedad y la familia a la que pertenecemos. Es algo inevitable porque también es parte de la condición humana: nacemos indiferenciados en nuestra subjetividad. Tampoco hay culpa, sólo es parte del mundo real.

La primera oportunidad de autonomía se presenta en la adolescencia -que es un nombre injusto de esta etapa de la vida-, ya que acá es una posibilidad de convertirnos en hombres. Y más justo sería llamarlo crececencia.

Es el primer momento en una vida donde se hace pasar por el tamiz todo lo que se recibió antes sin reflexión autónoma. Por eso, es existencialmente doloroso: el primer contacto con la angustia existencial y la verdadera soledad. Pero también es la primera oportunidad para nacer de nuevo, hacernos cargo de nosotros mismos y salir de viaje por la vida.

Cada vez que en una vida se presenta la oportunidad para realizar la autonomía, los peligros son los mismos, no importa la edad que se tenga.

La puerta está abierta y dudamos en el umbral:
¿Y si nos quedamos en casita, como niños buenos y protegidos que somos, echándole culpas a papi y a mami? Y nos quedamos... y nos deprimimos, y nos enfermamos.

¿Y si mejor salimos a buscar quién nos cuide, porque con los anteriores ya no contamos para nada, y nosotros también somos nada? Y entonces saltamos al cuello de cualquiera, sin discriminar lo que es bueno y es malo para nosotros, y así nos hacemos maltratar.

¿Será también posible que encuentre tontos fáciles, -yo que soy tan listo y seductor, y por eso lo merezco- que se hagan cargo de mí? Entonces parto a seducir al mundo entero y me convierto en un globo inflado de aire, hasta que alguien se da cuenta y me pincha, o solito estallo de pura infatuación, o me desinflo cuando ya ni yo me lo creo.

¿Cómo es esto? ¿Triste o gracioso? Pues me parece que las dos cosas. Es el tema de las tragedias y las comedias. Y todos reímos, porque lo sabemos, y también lloramos porque lo sabemos. Entonces, ¿a quién queremos engañar???

¿De dónde nos llegan estos mensajes ilusorios que nos hacen vivir en un mundo irreal tan alejado de nuestras verdaderas necesidades y nuestras potencialidades?
Son contenidos ilusorios de nuestro pasado de dependencia infantil, que no hemos podido superar porque no nacimos de nuevo. El Proyecto de Autonomía es el rudo camino que hay que hacer para nacer de nuevo.
Pero hay más. Haciéndolo, aportamos al proyecto de una sociedad autónoma, que no requiere de premios y castigos para gobernar a los hombres, ya que se gobiernan a sí mismos porque han aprendido a cuidar de sí.

El Proyecto de Autonomía es entonces la antigua utopía de una sociedad democrática que crece desde las raíces. Es decir, desde cada uno de nosotros: los renuevos, los vueltos a nacer de las raíces del viejo árbol de la humanidad.
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1 comentario:

Florencia Ávalos dijo...

Por la conciencia de los renuevos.