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06 junio 2009

Educación para la autonomía(3) El maestro de des-aprender. Lao-Tze


¿Qué habilidades son útiles para un maestro de desaprender? ¿Cómo se aprenden esas habilidades?
¿Y si les preguntamos a los alumnos, ya que los maestros están a oscuras?
Tomaré sólo una punta de la cuestión y un hilo discursivo, iniciando por escuchar, siguiendo por ver y luego habilitar la palabra de nuestros alumnos.
Ellos manifiestan que trabajan a gusto con los profesores que tienen onda.Que tienen buena onda.
¿Qué hacen y cómo lo hacen esos profesores?
Buena onda. Veamos la palabra. Onda de las buenas. Las buenas ondas...

Y la palabra creando el mundo: fluir, suave, liviano, blando y elástico, receptivo y persistente.
Ondas de agua y de viento que penetran en todos los resquicios y se amoldan a todas las superficies; se pliegan ante las resistencias y buscan los espacios vacíos para seguir.
Olas antes de la rompiente, yo flotando; arriba, abajo; el horizonte sube y baja conmigo; siento el poder y el misterio del mar allá abajo.
Ondas de sonido: música; ondas de luz: imagen. Sorpresa de las ondas de perfume en el aire quieto y húmedo. Un estandarte agitándose al viento. Llamas de las fogatas y las velas me atrapan. Ondas acopladas.
Restallar de las velas de un velero cuando cambia el viento, o vira el timón, y ceden, y súbito se afirman en la nueva posición, llenándose de viento: mi barco cabecea y se endereza.

Estas son algunas de las imágenes asociadas a la palabra en mí.
¿Con cuales se asocia en ti?

¿Y todo esto dice algo a nuestro oficio? Yo pienso que sí; habla de una conducta, de un conducirse y un conducir: de una pedagogía, una política y una ética.

Este es Derrida en "Fuerza y Significación", ya que estamos explorando significados:
"el otro fraterno no está en primer término en la paz de lo que se llama la intersubjetividad, sino en el trabajo y el peligro de la ínter-rogación; no está en primer término seguro en la paz de la respuesta en la que dos afirmaciones se casan, sino que es invocado en medio de la noche por el trabajo de ahondamiento propio de la interrogación.”

Sin pretender agotar los significados, voy ha intentar eso, lo peligroso: un ejercicio de interpretación, voy a inter-rogar la palabra, dirigiendo un coro con voces de todos los tiempos y los espacios, que hablarán por ellos, nuestros alumnos.

La obra comienza proponiendo tres axiomas de Lao-Tsé para la acción.
Pero antes es necesario advertir que este texto tiene un alto grado de abstracción, por lo que cuando se avanza en la interpretación de una línea las tres terminan uniéndose.

El que puede ver lo pequeño tiene ojos penetrantes
Aferrarse a lo débil es permanecer fuerte
Aprender a usar la propia luz opacando su brillo


El que puede ver lo pequeño tiene ojos penetrantes, o de cómo darse cuenta...

Esto se asocia a la clínica, a la hermenéutica, al arte de descifrar, a la navegación a vela, al trabajo docente, al arte de la guerra, al momento de la creación, y más.
Ese salirse de uno para ver lo otro, abandonando toda subjetividad. Mirando desde un vacío interior, sin preconceptos. Totalmente abierto a lo otro detectar signos, no con la mente, sino con los ojos, los oídos, con el cuerpo entero.
Estar totalmente presente, despierto en ese ahora. Súbita, intuitivamente, el “ojo clínico”, el ojo “interior”, lo ve. Se le presenta como si el tiempo detuviera su flujo un instante: la reversión de la mirada.
El arte de hacer no haciendo del buen médico, de ése que decimos “es un excelente clínico”: su arte es el diagnóstico y la prognosis.
Dice Freud de Charcot, su maestro, con quién hizo la residencia hospitalaria, y quien fue el que le indicó un camino que él siguió: “No era Charcot un pensador, sino una naturaleza de dotes artísticas, o, como el mismo decía “un visual””
En términos pedagógicos actuales se vincula, por ejemplo, al uso de la descripción densa y su técnica. Tanto en la investigación como en el aprendizaje del “cómo hacer”. También al desarrollo de una pedagogía para el trabajo con imágenes y con Internet. Y, en general, a la identificación del problema, y a la toma de decisiones del docente al respecto de cuándo actuar y cuándo dejar hacer sin intervenir pero manteniéndose atento, como el timonel que conduce el barco sobre ondas que suben y bajan.

Aferrarse a lo débil es permanecer fuerte, o de cómo se logra la duración en el cambio..

Varias lecturas se me presentan en este momento:
Hace referencia a ocuparse de las cosas cuando están germinando: lo que está naciendo y será la fortaleza en el futuro, lo que dará permanencia, y que por el momento es débil.
En nuestro caso veo una doble aplicación. Por un lado no sólo referido al cuidado de sí y del otro, sino también a los comienzos de la comprensión, de la apropiación subjetiva del conocimiento, y al interés. Es decir, a ocuparse de estas cosas mientras son débiles para fortalecerlas.
Un trabajo delicado que deja ser lo positivo y se ocupa de contener lo negativo, de refrenarlo, porque cuando ha crecido es más difícil, y nos debilitaría confrontarlo.
También se refiere al influjo persistente, que busca lo que no ofrece resistencia para seguir. El dejarse llevar por la índole del momento, usar el material que está a la mano, caminar por lo simple y lo fácil, es decir, lo blando, lo débil, lo que cede. El lugar de menor resistencia.
No resistir la índole del alumno, del espacio y del momento que se vive: resistir la resistencia nos debilita.
Usar las cosas tal y como son, nos permite trabajar con la realidad, ser efectivos, encontrar soluciones. En este aspecto nuestros alumnos nos aventajan.

Aprender a usar la propia luz opacando su brillo, o de cómo habilitar al alumno dejándolo ser según su naturaleza...

Podemos enceguecerlos con nuestro conocimiento, nuestros argumentos, abrumarlos y atosigarlos. Los quiero apurar, los quiero a mi modo. Según mi subjetividad. Que terminen mi programa. Que hagan lo que yo planifiqué para ellos para ese día.

Usar la propia luz opacando su brillo es la posición de Sócrates ante Teeteto: yo soy ignorante, todo lo has hecho tú: son tus experiencias, tus reflexiones, tus conclusiones, todo lo has encontrado tú.
Yo soy sólo el partero, es un oficio que aprendí de mi madre; y agrega: ella lo ejerció cuando ya era estéril.
Es decir que Sócrates se ve a sí mismo como una partera que ya no puede tener hijos, y entonces sí puede ayudar a que el joven los tenga.

Lo interpreto así: el momento de creación es del alumno, le pertenece.
En ese momento el docente debe permanecer estéril, renunciar a su fertilidad: ser generoso con lo que ha llegado a saber de la herencia común, abandonar su yo, vaciarse para el alumno.
Aquí es cuando el maestro muestra, ofrece caminos posibles para que el alumno camine según su parecer. Para que se apropie de ellos según sus deseos e inclinaciones.

Si en este momento el docente no renuncia a su fertilidad e impone sus deseos, su voluntad -o, más sutilmente, lo sugestiona, lo seduce, y le implanta sus deseos- se adueña de su subjetividad, es decir, de sus representaciones imaginarias y de su voluntad. Y nuevamente nos encontramos fabricando deber ser y heteronomía.
A mi juicio éste es el vacío del docente, -sin conceptos, incluso sin imágenes, pero fértil- necesario para que el alumno encuentre su propia verdad subjetiva.
Es decir, para que se apropie de lo heredado según su propia subjetividad, su propia reflexión.
El nuestro es un trabajo artesanal, con ese algo de más que lo convierte en arte, porque es creación.
La obra es un hombre que nació de nuevo, que recibió el legado de su cultura y lo puede transmitir acrecentado con las experiencias de su vida, un hombre que no es ajeno, que no está anestesiado, que no es indiferente, que se involucra, un re-nuevo.

Este pensamiento confía en la potencialidad del hombre para el autogobierno y el cuidado de sí. En ese sentido es un pensamiento ético y político.

Recuperar la residencia –residir con el maestro- jerarquizarla y resignificarla es uno de los caminos posibles para formar los maestros de desaprender, y una gran necesidad.
Arte se aprende en un taller, bajo la guía de un maestro que deje ser. Porque una preocupación frecuente entre los docentes es que nadie nos enseña a serlo, que somos huérfanos de maestro.
Y es por eso que algunos aprendemos por ensayo y error, y otros, que estamos incapacitados para aprender de los errores, no aprendemos nunca. Y así hacemos daño o, -en el mejor de los casos- perdemos la oportunidad de crear hombres que sean renuevos.

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