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08 junio 2009

La red y la escuela(2)


La red ha generado muchos miedos entre los adultos. Siempre hay miedo cuando se está sin mapa en un territorio desconocido:
¿Será la desaparición del libro y de la lectura?
De la lectura imposible porque en la red si no se sabe leer, y bien, no se puede hacer nada.
Del libro, y de la manera en que no le gustaría al negocio editorial, es posible y muy deseable, ya que elimina intermediarios entre la obra y el autor, con el lector.
El lector puede comprar la obra al autor a través de Internet, editarla a su gusto o con algunos formatos prefigurados y copiarla en su impresora, o en comercios que se creen a tal fin. La oferta y la diversidad es enorme, y las editoriales no publican si estiman que no tienen compradores suficientes.
Los lectores esperan años a que se reediten ediciones agotadas, o que se traduzcan a su idioma. Hay trabajo para muchísima gente, y una mejor distribución de las ganancias de esta forma. El libro no desaparecerá, porque al que ama un libro le gusta poseerlo.Tenerlo en la mano, dormirse con él, anotarlo, manosearlo, comer con él. Que te acompañe toda la vida.
Y para aprender a amarlos tendremos las mismas condiciones que antes: que alguien te transmita ese amor como un don, y que vos lo recibas como tal.
Es la cuestión de esa pregunta de la niñez: ¿Qué hay en los libros?¿Por qué mi padre, mi madre, mi maestro, o cualquier otra figura importante en la vida de un niño, los ama tanto?

Otro miedo: ¿Reconoceremos al retórico, reconoceremos al sofista, es decir, a los charlatanes?
En el pasado también los hubo y la red no existía. Además, como sociedad, ¿Alguna vez fuimos lo suficientemente críticos como para reconocerlos?.
Siempre estarán ahí, en algún lugar, y combatirlos los hace fuertes. Dejarlos ser los convierte en modas, no tienen duración, se fortalecen en la disputa.
Lo importante es aprender a reconocerlos, y no ceder a la tentación de combatirlos.

Y uno más: ¿Y si aparecen falsos guías? ¿Y qué es Tinelli? Ya están acá los falsos guías. Y le temen a la competencia de Internet.
La cuestión es otra: no hay riqueza comparable a la de Internet. Y es tanta y tan de improviso que abruma. Es un estallido. Un big-bang.
Pues no queda otra que atreverse, lanzarse al mar a navegar, e ir aprendiendo sobre la marcha.
Pero la riqueza de la red está oculta al ignorante, es como si no supiese nadar y se contentara con hacer la plancha. Es un desperdicio!!!

Y la pregunta que me persigue es cómo acercar esa riqueza a nuestros alumnos. Porque cuando sepan cómo hacerlo, podrán continuar su educación toda la vida, y a su gusto. Según sus intereses. Sin autoridades que autoricen a acceder a los conocimientos por medio de certificados.
Y se acabaron los kiosquitos, o sea el negocio de mucha gente que saca provecho de la ignorancia.
Y el que medie en esta unión forzosamente ha de ser el docente, porque los chicos están sin guía en la red. Su riqueza está escondida para ellos. Pero en los docentes hay miedo acrecentado, porque el uso de la red parece difícil de controlar. Y la necesidad de control del docente es grande y surge de sus miedos: miedo a perder posiciones alcanzadas, miedo por las propias incapacidades -aunque sean ilusorias-, miedo al gran Otro del aula, el alumno.
Para que el docente pueda hacerse cargo necesita ser liberado, reanimado - en el sentido de vuelto a la vida-, que alguien le diga que puede, que en la red no hay límites, que no hay censura, que las figuras de autoridad que lo han tenido preso no están, que son fantasmas, que son imaginarios.
Tiene que ser animado por un par, otro docente que lo comprenda fraternalmente. No un técnico que le dé clases, sino alguien que tenga despierto su niño interior y que lo lleve a reanimar al propio.
Que lo lleve a recordar que cuando era niño todo se negociaba entre pares. Que lo invite a jugar.
Todo docente, todo ser humano, tiene intereses individuales. Sean de la índole que sean. Estimo que por allí hay que entrar para guiar hacia la salida. Es interminable la lista de cosas que nos pueden apasionar.
Y todas están en la red.
Y el docente en ningún momento debe ser censurado por quien lo anime, ya que la red ha expandido sideralmente el espacio de ejercicio de la libertad para cada ser humano que pueda acceder a ella, y no tenemos derecho a negársela a nadie.
Hay lugar para todos. No es la supervivencia del más apto, no es la jungla.
Pero hay más: es el instrumento perfecto, soñado, para el ejercicio del Eros fundido en el Logos: de la educación permanente, de lo que es estrictamente humano. El deseo de conocer que nos distingue del resto de la naturaleza.
Además los prejuicios y complejos personales se esfuman, demostrando su carácter ilusorio, de investimento social: que si es gordo, que si es feo, negro, niño, viejo, gey, rico, pobre, hombre, mujer… todo lo que es materia se borra.
Sólo queda la intersubjetividad mediada por el lenguaje. Y lo reconozco/ me reconoce, lo autorizo/ me autoriza, lo significo/ me significa, lo como/ me come.
Más todavía, entre todos, y sin autoridades externas, decidimos quién va ha moderar el debate, quién será el árbitro del juego, porque también hay política, pero en un ágora global. Y el elegido no lo será porque tiene algún poder material sobre mí, sino porque en el ejercicio de la intersubjetividad en red, se muestra el más mesurado y digno de amor.

Cuando el docente haya comprendido de qué se trata - porque haya ejercido esa libertad y disfrutado de ella-, comprenderá mejor a sus alumnos, porque hablará su idioma. Y se reirá de su miedo.

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